La focalización sensorial es una técnica muy conocida y usada en terapia sexual. A grandes rasgos consiste en establecer momentos para que la pareja pueda acariciarse sin prisas y sin exigencias (no voy a explicar ahora detalladamente en qué consiste pero quizás en otro artículo lo haga). Es una técnica muy efectiva y sin embargo en consulta veo que no todas las personas “saben sacarle el jugo a dicha técnica”.
Muchas personas acuden a terapia sexual después de haber acudido a otra terapia sexual con anterioridad. Con frecuencia se observa que la pareja ya ha practicado la focalización sensorial manifestando no haberles gustado demasiado.
“El/la otro/a sexólogo/a nos dijo que pusiéramos un día para acariciarnos; como no nos funcionó por eso venimos aquí”.
Cuando escucho esto, se me ponen los pelos de punta, puesto que es posible que el sexólogo o sexóloga no haya sabido aplicar bien la técnica (quizás no en el momento justo o adaptarla a la pareja en cuestión) o que la pareja no haya entendido el para qué sirve. Quiero pensar que la mayoría de profesionales de la sexología hacemos mucho hincapié en explicar detalladamente la técnica y hacer visibles sus beneficios.
¿Qué esperan estas parejas encontrar en la nueva terapia sexual? ¿A caso el profesional va a meterse en su cama a decirles cómo deben estimularse? ¿Esperan a que el o la profesional les diga algo que haga que recobren inmediatamente su deseo sexual o se les vaya el miedo al desempeño?
La terapia sexual requiere de un compromiso con uno mismo y con una misma. Requiere ahondar en el interior y buscar elementos que puedan solucionar los problemas que posee la pareja, y requiere hacer cambios.
La cultura de la inmediatez tiene mucho que ver en todo esto, y como podría estar hablando horas y horas de esto, voy a tratar de ir al grano para explicar porqué a mí, como sexóloga, me encanta la focalización sensorial.
¿Nos gusta o no nos gusta la focalización sensorial?
Por normal general podríamos decir que a todas las personas (me atrevería a decir que también a la mayoría de animales) nos gusta ser tocados y acariciados. No siempre nos gusta de la misma manera, con la misma intensidad ni con la misma intención, ni en el mismo momento, pero la caricia en sí es importante en la interacción humana.
Una de las intenciones de la focalización sensorial es que la pareja aprenda a sentir. Puede que los problemas desbordantes o el ritmo de vida coloquen a la persona (a uno a ambos) en un estado permanente de ansiedad que bloquee las sensaciones físicas (¿os suena?), esto puede hacer que a la persona en sí le cueste desconectar o relajarse y reaccione de forma “violenta” o “con rechazo” a los acercamientos del otro miembro. Esto no significa que rechace a la pareja, ni siquiera que rechace el acto sexual o el acto de cariño, sino que la persona está en posición de defensa (estrés, ansiedad), con lo cual es normal que reaccione de esa manera.
Bien es cierto que a nadie nos gusta que nuestra pareja reaccione así y lo traduciremos mal (nunca quiere, ya no le gusto, quizás lo nuestro no funcione…).
Por otro lado tenemos metido a fuego en nuestro interior que sexo es igual a genitalidad y genitalidad es igual a penetración.
Si juntamos estas dos circunstancias, sexo es igual a penetración y cuando me acerco a mi pareja para hacerle una muestra de cariño, me rechaza, tendremos como resultado una vida sexual bastante insatisfactoria.
¿Por qué en lugar de pensar que lo nuestro no funciona no nos ponemos a pensar en qué podemos hacer para que funcione mejor?
Pues esto no lo hacemos porque pensar en lo que podríamos hacer mejor implicaría hacer CAMBIOS en la forma habitual y esto nos da pereza. Lo que viene siendo, currárselo de nuevo, interesarse en conocer de nuevo a la pareja, redescubrir sensaciones, sentir, disfrutar de una caricia no genital. Saber qué le pone AHORA a mi pareja y que me pone AHORA a mí mismo/a.
Entender esta idea en parejas que llevan mucho tiempo a veces cuesta porque ellos o ellas ya se conocen sobradamente o da pereza. Entender esta idea en parejas que llevan poco tiempo a veces cuesta porque si ya estamos así al principio como vamos a estar después. En parejas jóvenes, él o ella debería funcionar mejor y saber lo que me gusta; en parejas no tan jóvenes, esto de acariciarse y redescubrirse ya lo hacíamos antes o es para jóvenes.
Ni que decir tengo cuando la pareja te dice que como hay que planificarlo no tiene ninguna gracia, o esto debería salir espontáneamente (de esto hablaré en otro artículo).
En fin, un sinfín de ideas erróneas que bombardean nuestra cabeza y no nos permiten sacarle el jugo al maravilloso juego de las caricias.
Acariciarse siempre tiene gracia y mucha
Hay muchos tipos de caricias y hay muchas partes del cuerpo. Nuestra piel es susceptible de generarnos sensaciones muy placenteras.
Cuando implicamos todo el cuerpo en las caricias y estas se hacen por turnos, hacemos que el que recibe las caricias únicamente tiene el compromiso de sentir y disfrutar. Es maravilloso sentir el cariño de la pareja cuando nos toca. A veces sentimos el deseo de la pareja al tocar nuestro cuerpo. Otras veces sentimos relajación. Otras veces sentimos aceptación. Sentimos placer, no un placer genital, pero sí un placer global.
En el caso del miembro que emite las caricias debe hacerlas desde el propio placer y el placer de la pareja, por supuesto. Es decir, hay que equilibrar lo que a mí me gusta hacer a mi pareja con lo que a mi pareja le gusta recibir. El que emite las caricias puede y debe disfrutarlas. No es una tarea ni es una obligación, sino que es placentero tocar y acariciar a la pareja.
Las caricias pueden ser suaves, enérgicas, tipo masaje, tipo “cosquillas” y será conveniente adaptarlas a la parte del cuerpo que se vaya a tocar.
Las caricias pueden hacerse con las manos o con las partes del cuerpo que a cada uno le apetezca. Las caricias pueden variar en cuanto a erotismo se refiere y evidentemente no es lo mismo hacer un masaje terapéutico (no es esto lo que pretende la focalización sensorial) que rozar con los pezones la espalda de tu pareja, por poner un ejemplo.
La focalización sensorial implica mover la mente erótica, conectar con el propio cuerpo y con el de la pareja, sin tensiones, obligaciones ni exigencias.
Ah…. vaya…. no estoy hablando de meterla, quizás esto no sea sexo y no interese hablar de ello. O quizás esto no sea lo que la pareja ha venido a buscar a la terapia sexual, porque ya sabemos que lo que ha venido a buscar es poder hacerlo como antes, meterla y correrse en el momento adecuado, sin que ello les suponga problemas.
Gemma Sánchez Pérez. Psicóloga. Terapeuta sexual y de pareja.